En el nombre de…
El 20 de noviembre de 2010 se cerró el círculo que ataba a Milenkita con este mundo, el mundo nuestro, el mundo en el que vivimos y el que nos hace padecer a veces pérdidas especialmente dolorosas. Este es el caso ahora, cuando ya han pasado casi 9 meses en que ese sentimiento de vacío se ha gestado fuerte y permanente en el corazón.
Qué es entonces lo que nos queda por hacer es una interrogante que cada uno en su propia intimidad se debe contestar, lo realmente importante son las alternativas y cómo usemos el don de elegir, los caminos que cada uno de nosotros (lectores y amigos de Milenka), optemos por tomar o mejor aún, los caminos que queremos forjar.
Cómo definir a una persona tan ajena a toda calificación terrenal.
Palabras por millones, conceptos y cualidades, espíritu, conciencia y oración, nada de esto me alcanza porque la Mile es en definitiva un todo que nos arrastra al recuerdo eterno por respeto, por admiración y a consecuencia del amor.
Si acaso existe alguna manera de agradecer y tributar la forma en que nuestra maravillosa “Avecilla” nos acompañó, esa manera es esta, recordándola en paz y en amor, con alegría más allá de la pérdida que es enorme, más allá del natural egoísmo que nos hace extrañar y luchar en silencio para ser coronado como quien más la quiso.
Por sobre todo está el orgullo de habernos cruzado en su corto camino, de haber aprendido juntos a conocernos y acompañarnos a ratos, a pensar el uno en el otro porque la pensábamos a diario y ella a nosotros, de eso no hay duda.
Seguro que algunos de los amigos presentes en su despedida no tuvieron la fortuna ni el honor de conocer personalmente a la Milenkita. Los que sí la tuvimos, y compartimos experiencias comunes con ella, en menor o mayor medida podemos dar testimonio de lo que eso significó en nuestras propias vidas, porque durante el corto tiempo en que nos acompañó se bastó en sí misma para dejar una huella evidente dentro de cada uno de nosotros, y lo sigue haciendo.
La Mile no es una pérdida en términos paisajistas, es decir, de ninguna manera es tan solo una imagen que se esfumó en el tiempo como se evapora una nube bajo el calor del sol, ni es una más entre tantas fotografías humanas que a diario se pierden a través de la historia y del hombre. Ella trasciende más allá de cualquier razonamiento básico y se eleva cada día más por sobre la mediocridad que nos rodea, porque así es este mundo, y su figura poco a poco se va haciendo más gigante e irremplazable.
El legado que nos deja es de una sabiduría infinita, sin discursos odiosos ni condenación, pues a pesar de sus pocos años, nos enseñó una tolerancia y una aceptación que solo se aprenden con la experiencia que entregan las canas. Ella no necesitó de tanto tiempo para descubrir la importancia de acoger a sus amigos sin importar sus defectos, sus manías o las trancas que ellos manifestasen, en conciencia o no.
Nos entregó su voz maravillosa, sus palabras y su risa, nos abrió la puerta de su hogar innumerables veces, siempre haciendo el gran desgaste de luchar contra la náusea y los dolores constantes, porque así podríamos verla y compartir juntos, por un rato.
PAZ y AMOR, así con mayúsculas, porque esos son los sentimientos que mueven toda la existencia y deberían guiarnos a través de un camino que nos conduzca a reencontrarnos y fundar nuestros pasos sobre esos cimientos, los de la Paz y el Amor del que soñó, habló y cantó nuestra querida, admirada y casi venerada amiga.
La historia de la Mile es una historia maravillosa de amor y admiración, de dolor y perseverancia, la historia de dos bellas mujeres, porque no se podrá entender esta reseña sin mencionar a su Mamita hermosa, el cómo y el porqué, la fuerza y el motor de nuestra querida niña-mariposa.
Entonces qué es lo que nos queda…
Ser dignos de decir con el pecho hinchado que la conocimos y nos conoció, nunca olvidar el amor que nos hiso sentir por su personita, la angustia que nos atrapó en cada oportunidad que su salud la traicionó y la puso en una cuenta regresiva que terminó por arrebatarnos a una de las personas más hermosas que la vida, creadora de todo un universo infinito de girasoles cósmicos pudo entregar, nuestra pequeña mesías, si se me permite la blasfemia.
Más allá de nuestras creencias personales y la mismísima esperanza que alguien pueda profesar ahora, cristianos, judíos, agnósticos, místicos o ateos, la verdad ya se ha manifestado ante nuestros ojos y en nuestras vidas, ahora solo nos corresponde estar preparados para ver un mundo maravilloso al que tenemos acceso, porque Milenka Valentina Reyes Baquedano se molestó en visitarnos un día y nos dejó así, la puerta abierta.